Gérard Genette en su ensayo discurso del relato, contenido en Figuras III, aborda el tema del <<modo>>.
Para ello, es menester destacar una de las precisiones que ha realizado el teórico
francés al concepto de relato. Baste decir que este se ciñe a la estructura
lingüística del texto, diferenciándose así de la narración, la cual apunta a la
situación creada o recreada y de la historia o diégesis, que se refiere al
contenido. Por lo tanto, el relato como nivel, es el único que puede ser objeto
de un análisis textual. Ahora bien, éste puede ser estudiado temporal o “espacialmente”
o, dicho de otra forma, a partir de la relación y cercanía del narrador con los
hechos contados y los personajes tratados. En este caso, he elegido el segundo
campo.
Genette concibe dos elementos
constitutivos del modo del relato. A saber el primero está determinado por la
<<distancia>>, donde el
relato puro será tenido por más distante que la imitación, pues ésta dice menos
y de un modo más inmediato. Encontrándose
así dos tipos de relato:
·
De sucesos: transcripción del supuesto no verbal
en verbal. Por lo que se da una ilusión
de mímesis.
·
De palabras. Imitación absoluta.
El primer caso lo podemos
ejemplificar con el inicio de la película de Luis Buñuel, Los olvidados, donde en la primera escena el narrador omnisciente
presenta a la Ciudad de México. Él trata de recrear la vida en la capital
mexicana. Cuenta los hechos más relevantes del Distrito Federal, para de esta
forma mostrar un panorama específico al receptor. Lo mismo sucede con numerosas
filmes del cine de oro de este país. Por ejemplo, Ismael Rodríguez en la
trilogía de Pepe el Toro se apoya en un narrador para mostrar una realidad de
la joven nación independiente. O Emilio, el Indio Fernández, antepone a un
narrador para dar semblanza de una época y conflicto social. En suma, estos
recursos son los que Genette no considera en absoluto miméticos. Sin embargo
constituyen la esencia del relato, o sea, el modo de éste.
En el segundo caso, pasa lo
contrario. Los personajes (re)producen directamente el relato. En ellos recae
el discurso. Se trata de imitación de palabras y por lo tanto, de una verdadera
mímesis. Una muestra de este aspecto se encuentra en la escena de Amores perros, que a continuación
mostramos:
Como se puede apreciar, aquí los personajes dirigen todo texto verbal. No hay mediadores.
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