lunes, 20 de enero de 2014



Gérard Genette en su ensayo discurso del relato, contenido en Figuras III, aborda el tema del <<modo>>. Para ello, es menester destacar una de  las precisiones que ha realizado el teórico francés al concepto de relato. Baste decir que este se ciñe a la estructura lingüística del texto, diferenciándose así de la narración, la cual apunta a la situación creada o recreada y de la historia o diégesis, que se refiere al contenido. Por lo tanto, el relato como nivel, es el único que puede ser objeto de un análisis textual. Ahora bien, éste puede ser estudiado temporal o “espacialmente” o, dicho de otra forma, a partir de la relación y cercanía del narrador con los hechos contados y los personajes tratados. En este caso, he elegido el segundo campo.
Genette concibe dos elementos constitutivos del modo del relato. A saber el primero está determinado por la <<distancia>>, donde el relato puro será tenido por más distante que la imitación, pues ésta dice menos y de un modo más inmediato.  Encontrándose así dos tipos de relato:
·         De sucesos: transcripción del supuesto no verbal en verbal. Por lo que se da una ilusión de mímesis.
·         De palabras. Imitación absoluta.
El primer caso lo podemos ejemplificar con el inicio de la película de Luis Buñuel, Los olvidados, donde en la primera escena el narrador omnisciente presenta a la Ciudad de México. Él trata de recrear la vida en la capital mexicana. Cuenta los hechos más relevantes del Distrito Federal, para de esta forma mostrar un panorama específico al receptor. Lo mismo sucede con numerosas filmes del cine de oro de este país. Por ejemplo, Ismael Rodríguez en la trilogía de Pepe el Toro se apoya en un narrador para mostrar una realidad de la joven nación independiente. O Emilio, el Indio Fernández, antepone a un narrador para dar semblanza de una época y conflicto social. En suma, estos recursos son los que Genette no considera en absoluto miméticos. Sin embargo constituyen la esencia del relato, o sea, el modo de éste.
En el segundo caso, pasa lo contrario. Los personajes (re)producen directamente el relato. En ellos recae el discurso. Se trata de imitación de palabras y por lo tanto, de una verdadera mímesis. Una muestra de este aspecto se encuentra en la escena de Amores perros, que a continuación mostramos: 


Como se puede apreciar, aquí los personajes dirigen todo texto verbal. No hay mediadores.

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